José Jesús Sánchez Martínez.-
La crisis económica no es algo privativo del momento actual; se ha presentado en todas las épocas y en todos los países, unas veces con más fuerza, persistencia y virulencia social y otras, de forma suave, más llevadera y menos permanente.
A lo largo del s. XVIII, las arcas de la parroquia, sin embargo, no acusaron crisis alguna, más bien al contrario: gozaban de excelente salud económica. Tal es así que en ese período se acometieron obras de construcción y decoración de la iglesia cuyo coste fue considerable.
Finaliza la construcción del retablo del altar mayor (hoy desaparecido), colocándose el segundo tercio en 1764 y el tercero y último en 1771, tallándose la imagen de Santiago (1765); el importe de toda la obra del retablo y madera empleada, salvo el dorado, se elevó a 44.515 reales. En 1768 se había construido la escalera de acceso al coro y el escultor caravaqueño José López Pérez, realizaba la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, titular de la parroquia
En 1775, se coloca la baranda interior del presbiterio, el púlpito (1777) y el tornavoz (1779); el maestro Francisco Corregüela es quien recibe el encargo de dorar el retablo del altar mayor (1781), obra que a la Fábrica de la Iglesia le costó 59.673 reales y 19 maravedís. Los llamados “corredores”, se hacen en 1790 y seis años después, el órgano.
La serie de obras que se realizan en la iglesia parroquial de Moratalla, requerían disponer de fondos suficientes y ese nivel económico, era algo que no pasaba desapercibido para los amantes de los ajeno. Así, los ladrones pensaron que sería fácil hacerse con unos cuantos reales por lo que, en 1764, rompieron la puerta de la iglesia, destrozaron el arca y se llevaron lo que contenía en aquél momento: 19.948 reales; era cura de Moratalla el Licenciado D. Francisco Rodríguez de Morales.
Pero la cuestión económica no para aquí. Como hecho anecdótico, es de reseñar que en 1793 se desplazó a Moratalla en visita pastoral el Obispo, D. Victoriano López Gomalo, quien ocupo varios días de su estancia a impartir el Sacramento de la Confirmación en la parroquia y después, se trasladó a la pedanía Campo de San Juan con objeto de continuar con la referida labor sacramental. Tanto los gastos del viaje como el de los obsequios a su Ilustrísima y a la gente que le acompañaba supusieron unos 6.000 reales, cantidad que el cura Rodríguez de Morales tuvo que poner de su bolsillo, pues el Vicario de Caravaca –a la sazón, el moratallero Juan Antonio Tamayo- no quiso aprobar dicha cuenta por considerarla excesiva y, consiguientemente, la “factura”, no podía figurar como gastos en los fondos de la Fábrica de la Parroquia.
Pero hay más: hemos comentado que en esta época, la parroquia debía disponer de bastante dinero en su fondos porque, además del gasto referente a las obras reseñadas y del robo acaecido en 1764, tres años después del mencionado viaje del Obispo, el mismo Vicario que negó al cura Francisco Rodríguez de Morales la autorización de los gastos ocasionados por la visita obispal, autorizó (1796) que la Fábrica de la Parroquia ayudase al Ayuntamiento de Moratalla con 4.000 reales para la construcción del puente de Caravaca sobre el río Benámor (el Puente Viejo) en el antiguo camino que conducía a dicha localidad y a la de Cehegín.