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ERMITA DE SAN SEBASTIAN – CONVENTO FRANCISCANO

 

En virtud de Real Provisión de Felipe II de fecha 21 de junio de 1566, el Ayuntamiento de Moratalla, en sesión celebrada el día 29 de marzo de 1574, autorizó el establecimiento de un convento de frailes franciscanos en la Villa, cediéndoles para ello la ermita de San Sebastián y terrenos colindantes.

Así pues, cuando llegan los franciscanos, se encuentran con la referida ermita casi nueva, dado que unos años antes se habían iniciado obras de restauración debido al derrumbamiento del viejo edificio dedicado a San Sebastián, construido a mediados del S. XV posiblemente como voto por una epidemia de peste.

El Rey otorga dos oficios reales: Regidor Perpetuo de Moratalla y Guarda de la Capilla Real de Córdova, ambos vacantes por muerte de sus anteriores propietarios, pudiendo la comunidad venderlos al mejor postor; entonces, comisionan a Fr. Andrés Ferrer para que vaya a Córdova a realizar el encargo con el oficio de Guarda.

El Concejo por su parte, ayudó a la edificación del monasterio dando licencias de corta de todas las maderas que fuesen necesarias de los montes públicos así como la cesión –además de la Ermita– del suelo para los edificios y el huerto, donando también un día de agua del Benamor para su riego.

Aunque la Licencia Real de Establecimiento prohibía en su cláusula primera la posesión, compra y venta de bienes raíces, lo cierto es que el Convento dispuso desde los primeros momentos de distintas heredades llegadas por vía testamentaria. Incluso usó, como suyo propio, el solar, huerto y agua que le donó el Concejo, llegando a vender algunos de esos bienes para allegar fondos con los que sufragar los gastos de las obras que pensaban emprender.

La primera comunidad franciscana de Moratalla estaba compuesta por: Fr. Alonso Poveda, Guardián; Fr. Pedro Ortega, Vicario; Fr. Pedro de la Puerta; Fr. Andrés Ferrer; Fr. Francisco de la Espada; Fr. Miguel de Poveda y Fr. Juan Izquierdo.

En un intento de “restaurar” el aspecto del Convento –apoyándonos en lo poco que hoy queda de él, en documentos y en una foto realizada entre 1911 y 1915– es posible decir que la cabecera de la iglesia está orientada al Este; portada, coro y torre, al Oeste; tenía una nave a dos aguas con capillas laterales reforzadas por arcos en el interior y estribos al exterior. Presbiterio situado sobre gradas, separado por una verja del resto de la nave. Pequeño crucero con una bóveda de crucería más elevada en la inserción. Hacia los pies, el coro alto que es lo que hoy se conserva, separado internamente del Convento y convertido en Sala Municipal de Exposiciones a la que se accede por una escalinata abierta en el exterior.

Edificaciones conventuales al Norte, estando la portería hacia lo que hoy es el Patio del Convento; desde ahí, partían diversas galerías y tramos de escaleras para el resto del inmueble. Por la última capilla, según entramos, al lado del Evangelio, estaba la antigua Sacristía. El conjunto, ocupaba lo que hoy es la Plaza de Abastos y Biblioteca, más las dependencias municipales que ocupan el “local de la Mayordomía” y corrales donde se encierran las reses de las fiestas en honor al  Stmo. Cristo del Rayo, lugar éste donde estaba el camarín octogonal de La Inmaculada. En los extremos Norte y Sur de la nave de crucero, había amplios ventanales de arco rebajado.

El aspecto descrito, fue modificado ligeramente en la primera mitad del XVIII.

La obra pertenece al estilo barroco conventual murciano: paredes de mampuesto y ladrillo visto, revocadas de mortero; en algunas partes, presentan  un llagado exterior imitando hojas y corazones. Los ladrillos para las cornisas, esquinas y enmarques de la torre, son de fabricación exclusiva, con diseño especial.

La portada, puede incluirse en el barroco murciano tardío, con cierta influencia colonial. En la misma, se pueden observar motivos geométricos y vegetales en jaspe rojo, negro y gris. Hay cinco huecos o vanos: puerta con doble hoja claveteada; dos ventanas enrejadas que dan luz al coro y nave y dos hornacinas, la superior de San Sebastián y la inferior de San Francisco.

La torre es de cuatro cuerpos decrecientes: el primero, macizo; segundo y tercero, con pequeñas aberturas enmarcadas para dar luz a la escalera interior por la que se accede al campanario y el cuarto, abierto a los cuatro vientos con sus huecos para las campanas; el tejado es piramidal, en el que aún se conservan algunas tejas vidriadas, rematándose con veleta de forja.

El 25 de Diciembre de 1833, el Convento sufrió un terrible incendio que asoló la iglesia, provocado por una chispa que prendió en la sabina del Belén preparado con motivo de la Natividad.

Desde la exclaustración en el XIX, el inmueble ha sufrido diversas transformaciones, conservándose hoy una mínima parte de lo que fuera monasterio e iglesia, alterándose profundamente el aspecto original. Solamente se conservan del conventual, unos restos de arcadas en las casas vecinales, integradas en la propia vivienda. En el exterior, pequeños trozos de pared y cornisa y en lo que fuera solar del edificio, las viviendas anexas a la iglesia y la manzana situada entre las calles Constitución, San Francisco. D. Tomás el Cura y actual Hogar de la Tercera Edad, llegando los huertos desde dichas viviendas hasta la zona conocida por La Talanquera.

Actualmente, se conserva los pies del antiguo templo, la fachada -donde el Miércoles Santo de 1995 se colocaron las nuevas esculturas de San Sebastián y San Francisco realizadas por el escultor moratallero Domingo Blázquez-, la torre y el trozo de nave que ocupaba el cancel y coro alto, habiéndose habilitado éste como Sala Municipal de Exposiciones con acceso desde la calle sobre las antiguas capillas laterales. A la entrada, tras el cancel, una pequeña capilla reacondicionada por la Parroquia, donde se ha vuelto a instalar la imagen de San Francisco.

El Patio del Convento, como popularmente se conoce el espacio existente frente a la fachada, también ha llevado el nombre de Plaza de Aviadores.

José Jesús Sánchez Martínez

ClickHandler.ashxCronista Oficial de la Villa

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