Año: 1621. Día: martes, 15 de Junio. Hora: 3 de la tarde. Lugar: Moratalla (Murcia), iglesia parroquial de Sta. María de la Asunción. Fenómeno registrado: densa tormenta con profusión de aparato eléctrico. Incidentes: chispa eléctrica penetra en recinto sagrado. Consecuencias: imagen de Cristo Crucificado ennegrecida por los efectos del rayo; vecinos congregados, ilesos.
Así de escueta, fría y lacónica, podría figurar la noticia, hoy, en cualquier archivo técnico. Pero en aquél entonces, no. El suceso, en aquella época, supuso mucho más; supuso, entre otras cosas, la cristianización de los festejos paganos que Moratalla celebraba tradicionalmente antes de iniciar la recolección de la mies; final de primavera-principio del verano. Y el inicio, al año siguiente, de otros festejos conmemorativos de carácter taurino que se venían realizando desde tiempo inmemorial en septiembre –para San Miguel– con motivo de la Feria.
Aquél martes, 15 de junio de 1621, se estaba celebrando en la iglesia la octava del Santísimo Sacramento, acto al que habían acudido muchos fieles, cuando el tañido de la campana anunció al pueblo la proximidad de una tormenta. Negros nubarrones, cubrían el cielo por encima del Cerro de San Jorge y Sierra del Buitre, envolviendo también la vertical del caserío de la población. Las gentes acudieron al templo, como era costumbre, para refugiarse del temor que producía la abundancia de aparato eléctrico. Entre los vecinos, se encontraban Francisco de Ondoño y su mujer Justa García, quienes iban a bautizar a un niño, Pedro, hijo de Martín Sánchez y de Luisa Martínez; el Sacramento fue administrado por el Licenciado Jerónimo Moreno, según consta en el folio 105 del Libro 5º de Bautismos.
Eran las tres de la tarde. El templo estaba abarrotado de gente. Fuera, el furor de la tormenta hacía temblar las paredes de la iglesia. De pronto, una chispa eléctrica penetró en el sagrado recinto iluminando fugazmente el lugar, dirigiéndose hacia la imagen de madera de Cristo Crucificado que coronaba el retablo mayor, no sufriendo daño alguno en su materia combustible: solamente quedó ennegrecida a consecuencia del rayo. Una densa humareda llenó la estancia, mezclándose con el griterío y alboroto de las gentes sobresaltadas por el suceso; pero nadie se vio afectado por el fuego eléctrico; ninguno de los congregados quedó herido por causa de la chispa. ¡Fue un milagro…! Precisamente, junto a la inscripción bautismal del citado niño hay una nota marginal que dice: Este día y año sucedió el milagro del Stmo. Cristo del Rayo. (Era entonces cura párroco de Moratalla el Licenciado Alonso Vadillo Monjarén).
Efectivamente: ante los ojos de aquellas gentes que resultaron ilesas, que se habían salvado del mortífero rayo recibido por la imagen del Cristo, aquello, digo, había sido un milagro. Y en agradecimiento, el pueblo le dedicó sus festejos. A partir de entonces, la imagen es conocida por Santísimo Cristo del Rayo y en su honor al año siguiente (1622), Moratalla comenzó a celebrar las conocidas fiestas de la vaca que, tradicionalmente, se han venido realizando desde el 8-10 al 15-16 de junio, reservando el día 15 para actos exclusivamente religiosos (misa mayor y procesión con la imagen del Santísimo Cristo del Rayo). En 1967 las Fiestas Mayores –como se han venido a llamar– cambian de fecha y se trasladan a finales de junio, efectuándose del 24 al 30. Al quedar este 15 de junio como festivo aislado, se mantuvo la solemne función religiosa, enriquecida con una ofrenda floral al Santísimo Cristo por parte del vecindario –niños y mayores– ataviado con el típico y colorista traje huertano; y también, al caer la tarde, la procesión con la imagen. Pero he aquí que desde 1985, los festejos volvieron a trasladarse de fecha reubicándolos del 11 al 17 de julio, manteniéndose tanto la función religiosa y “desfile huertano” como la ofrenda floral y procesión.
Estas Fiestas están declaradas de Interés Turístico Regional.
José Jesús Sánchez Martínez.-
Cronista Oficial de la Villa