Una vez más toca despedir las fiestas del Stmo. Cristo del Rayo, unas fiestas que este año ha teñido de luto las calles de la localidad y después de una semana, aún sus gentes, seguimos consternados por los sucedido. Una inexplicable situación, que enmudeció a todos tras conocer la noticia, ya que dos generaciones de la población no concebíamos que esto pudiera ocurrir, aun a sabiendas que entra dentro de lo posible.
Pero no quiero entrar a valorar ni a explicar nada sobre el asunto ya que ni soy experto, y tampoco soy quien para hacerlo. Pero si, sobre lo que me apasiona dentro de las fiestas, que son los encierros. Los cuales este año han hecho que la gente volviera a vibrar y a sentir de nuevo la pasión por ellos. Y no me refiero a los que lo hacen a caballo (que también), sino a los que nos gusta hacer el recorrido a pie.
Tras las “vereas” tradicionales desde las distintas ganaderías, este año las de Miguel Beteta (Jutia) y las de Domingo el Ceheginero, con algunos recorridos cambiados para disfrute de todo el mundo, o por lo menos entiendo que se hace con esa intención, se vio, que el ganado venía un poco revoltoso y con ganas de alterar un poco el orden tradicional. Tanto una vereda como otra se vieron turbadas por la casta de las reses. Este año por motivos laborales me ha sido imposible acudir a la cita de las “vereas” y ver algunos tramos de los realizados.
El encierro del día 11 fue unos de los que hacía tiempo que no se vivían. Durante la noche del día 10 ya la gente lo comentaba, “mañana ya veremos si bajan”, “son vacas malas”, “el encierro mañana es peligroso”, otros incluso comentaban que la mayordomía tenía preparadas otras vacas porque no confiaban en que entraran. Esto hacía que te pusieras más en alerta y madrugaras aún más por desconfianza, no vaya a ser que el ganadero las sacara antes y te perdieras uno de los mejores momentos del encierro, la salida de la cerca.
Y así fue, nada más salir de la cerca cogieron carretera y con una velocidad intratable nos fueron echando de ella a caballistas, andantes y corredores, las cinco vacas, una tras de otra se desperdigaron por los alrededores de la Casa Cristo, creando un desconcierto e incertidumbre entre los presentes. Sin saber con certeza donde estaban, nos quedamos en la “fuente de Jesucristo” esperando respuestas y ver el desarrollo, con el pulso más bien alto y la adrenalina en alerta, esperamos a que aparecieran por allí en algún momento. Media hora más tarde aparecieron caballistas, cabestros y todas las vacas en manada, la coincidencia de ser justo por donde estábamos. Iniciamos de nuevo el encierro sin cesar de mirar atrás, y cada uno contando su particular anécdota.
El cruce de la carretera en el “peligro de incendios” nos adelantamos pensando que pudiera ocurrir de nuevo otra escapada y esa zona sin visibilidad es muy peligrosa. Allí se cruzó sin problema ninguno y nos vamos a otra, “los famosos sifones” y “la tapia”, otro punto conflictivo para los ganaderos y caballistas.
Una vez pasado este, seguimos hacia “la pujola” un poco más deprisa de lo normal, al igual que la subida de ésta, nunca la había subido tan rápido como ese día, y ya la bajada ni os cuento. De las veces que echas la mirada atrás e iniciaron las vacas el descenso de la cuesta, nos faltaban piernas para correr, otra de vez de nuevo, los animales nos fueron echando al otro lado de la valla (gracias a que estaba la valla) sin contemplaciones.
Las vacas, las cinco de nuevo salieron como destellos hacia los bancales de almendros que hay camino de las serradoras y materiales de construcción. De nuevo se formó un tropel de caballos, cabestros y gente. El ganado se pudo reordenar de nuevo, pero ya no pudo coger su camino habitual y tuvieron que alterarlo por las condiciones que se dieron. Sorprendentemente entraron a la hora prevista al pueblo, donde cumplieron sobradamente su cometido. Muy buenas vacas las de “Miguel de Jutia”. Decir también el buen papel que hicieron muchos de los caballistas ayudando en todo momento, y estoy seguro que sin ellos este encierro no habría entrado.
Los encierros del día 13 y 15, los hizo Domingo el Ceheginero, el primero al igual que el anterior de Miguel, se comentaba que iban a dar que hablar, por ello se congregó más gente de lo habitual para la bajada, me refiero más gente andando. Una vez separadas las que bajaría el día 13, comenzamos a movilizarnos, pero Domingo que es muy veterano, se quitó un peligro de encima y en vez de echar por la carretera que es más alborotadora, echa por el camino de abajo, aun así, le toman la delantera un par de vacas y altera un poco al personal. El truco está en lo que hace el “Cofina”, caballos, cuatro cabestros guía delante, caballos, espacio y encierro. Con esto se garantiza que la gente vamos 200 metros delante sin molestar la manada y algo de peligro se quita, sin importar que disfrutemos el encierro o no. Bajamos ya toda la “verea” tranquilos, un poco desconfiados, pero todo el tramo transcurrió sin sobresaltos en todas las zonas conflictivas para los ganaderos. Entró a su hora y también hay que decir, que las vacas dieron mucho de sí dentro del pueblo.
El tercer y último encierro al igual que el anterior hicimos lo tradicional, quedamos en la Cruz, salimos andando y hacemos el trayecto que poco después realizaremos en la bajada. Voy añadir que cada año somos más gente la que hacemos este trayecto de subir andando y luego el descenso. Al igual que también parece que hay más caballistas y más jóvenes que se unen a la “verea”. Éste último encierro fue una calcamonía al segundo, ya que los cabestros eran los mismos, pero bastantes más caballistas que ninguno porque era su día. Muy ligero, habría que cronometrar algún año las bajadas en cuanto tiempo se hacen, pero creo que éste ganadero seguro que tendría el record. Daba igual que tomaras más distancia, te falta terreno.
En definitiva se cumplió con lo previsto y el encierro entró magistralmente al pueblo, protegido con varias decenas de caballos y caballistas para deleite de los que aman estos animales. Eso sí, es imposible correrlos ya que el ritmo, más la imponente cuesta, hace que ceses en el intento de avanzar aunque sea unos pocos metros.
Por ir ultimando, decir que las reses y novillos de las tardes han sido espectaculares. Muy buen ganado y todas las ganaderías que han debutado han sido magníficas. También quiero dar la enhorabuena a la mayordomía, que a pesar de que han sido pocos los miembros de éste año, han cumplido con nota alta las expectativas de los moratalleros. Y a la mayordomía entrante quiero desearles mucha suerte en su nuevo cometido, que seguro lo harán de bien como el pueblo se merece.
Julián Sánchez