CALLES DE MORATALLA
(Y lo que en ellas pasa),
De los olivares a la torre esbelta
sube la serpiente sofocante cuesta.
El sobrio castillo de los matacanes
desafía siglos sobre la silueta
del sitio que sierpe sinuosa sierra;
la senda que surca de ascender no cesa.
(Con un pasodoble la banda desfila,
petardos, cohetes para el Santo Cristo,
la marea baja con el Tío la Pita
a esperar las vacas por el Morterico.
Mugidos, cencerros, el miedo que aprieta,
pezuñas y cuernos, carreras y gritos.)
Sonámbula sale sin sueño a maitines,
en vísperas sigue sin saber dormir,
pasa a San Francisco a sexta y somete
su ser sigiloso al santo de Asís.
Silbando a completas los niños asusta,
los padres despierta.
(Desvelado julio, el calor aprieta,
rezuman las pieles, ventanas abiertas,
las sábanas sudan, las ingles alerta.
Sales a la calle a buscar la fresca,
no se mueve el aire, solo en la Glorieta
y el balcón de todos, Plaza de la Iglesia)
Frente a la cornisa de Luis de los Gallos
La Farola espera. Esfinge emboscada
siembra el desconcierto, separa las sendas.
¿Se sigue a Santa Ana, se sube al casino,
se va a la Glorieta? Sortea la suerte,
segura progresa susurrando suaves
sonatas sureñas sobre las aceras.
(Por Semana Santa hierve de bullicio
la calle de fiesta: túnicas sin canon
de los nazarenos, redoblan tambores
a rajar las pieles, vibran los bordones,
llenas de vejigas las manos sangrantes
de los tamboristas, revientan los bares
de ruido y de gente, lloran unos niños
mirando el carrito de globos, trompetas,
espadas y pitos.)
Solo subir sabe, sibilina soga,
buscando el silencio pasa el Goterón,
se estira, descansa la larga escalada,
soslaya la iglesia, sale de la sombra
sobre las sedientas, desiertas baldosas
que se asan al sol, se asoma al balcón.
(Hacia el cementerio camina un entierro
sin el gorigori de los tiempos viejos,
va la comitiva de acompañamiento
de cháchara frívola, recordando al muerto.
Saludos, abrazos, casuales encuentros
y algún sucedido que entretiene el duelo).
Sube al alabastro del surtidor seco,
se asoma al paisaje, suspira su asombro.
Por la sacristía sale de la iglesia
salmodia de rezos. Cantos, confesiones,
saltan a su oído que no tiene oreja.
El día sucumbe, se da por vencido,
detrás de los cerros, se esconde, se aleja.
(Llaman las camparas a misa de doce.
Vestida de tules, de seda y encaje
desfila la novia. Por el Corpus Christi,
con vestidos blancos, niñas comulgantes
y niños que lucen galas de almirante.
Acuden señoras de oscuros sayales
a misa temprana, cabezas con velo,
rosarios, misales.)
Serena de pronto, sedada su prisa
por esa hermosura de los barandales
suspende su peso, se enrosca, se asienta.
Sollozos del moro por las vistas suelta,
se escurre discreta hacia el Empedrado,
empinado paso de las procesiones.
(Pasa Jesucristo el Aparecido
y la Rogativa con la frente herida.
Himnos religiosos, sahúmo de incienso,
luces de velones, cornetas y bombos.
El Cristo del Rayo, el Santo Sepulcro,
la de los Dolores, clavadas al pecho,
lleva siete llagas, siete puñaladas.)
Escorzo sin sombra al suelo soldada,
seducirse sabe por sonidos de agua,
sortea escalones, surca la aspereza
del río de asfalto, súbita se aleja
hacia los Bancales. Por las bocacalles
va sembrando hijuelas que escalan las cuestas,
te buscan, te saben sola, ensimismada,
sentada a la fresca.
(Sueñas el abrazo sensual de reptiles
subiendo tus piernas, venciendo tu altura,
saciando su sed, dejando los bífidos
besos de su lengua en tu herida abierta.
Sospechas un sueño, suspiras despierta.)
En tanto, la sierpe que los pasos siguen
se aleja risueña y a la vez se acerca.
No tiene principio, no se acaba nunca
la sierpe, la senda, la calle, la cuesta
donde todo pasa, donde todos pisan.
Paco Morata