Paco Morata, escritor y colaborador de Mortalla Noticias, recuerda a su amigo Diego Gómez, el Inculto Poeta, como a él mismo le gustaba llamarse, con estas palabras:
«Conocí a Diego Gómez una noche de agosto de hace muchos años al fresco de la terraza de un bar de la carretera del Campo de San Juan. Me lo presentó, no podía ser de otra forma, mi hermano Pepe, su gran amigo, tal vez la persona que mejor lo entendía después de Joaquina, su mujer.
Me pareció un hombre simpático y sin complicaciones que nos hizo pasar un rato agradable, contando las aventuras de su alter ego ‘el Pulevas’, repartiendo bebidas por las pedanías de Moratalla, hasta Nerpio.
Aventuras digo, porque llenas de azar y riesgo, como cualquier expedición a los polos, estaban las bajadas en invierno, sobre la nieve helada, negociando las mil curvas de la carretera… sin cadenas.
En un momento de la noche, aprovechando un silencio, mientras bebía un trago de té con whisky, que era su bebida en esa época, le dije:»Dice mi hermano que eres poeta».
Tengo que reconocer que no esperaba mucho de aquella pregunta. Pero Diego me miró, se aclaró la voz, miró al cielo con los ojos entrecerrados, levantó la mano derecha, como un cantaor de flamenco y se arrancó:
No ladres, perro, no ladres,
porque puedes distraerla,
que la luna no te mira,
se mira en agua serena.
Y al decir sus versos, aquel hombre de pueblo, guasón y cachazudo,con más mili a cuestas que el Todo por la Patria, se convirtió de pronto en heraldo de los dioses, llenando de belleza el silencio de aquella noche de agosto moratallera.
Desde entonces tengo asociado el nombre de Diego con el redoble de su voz declamando sus versos, estos versos que hoy quiero dedicarle:
No ladres, perro, no ladres,
déjalo que sueñe y duerma.
Descansa en paz, Diego, amigo, poeta».
Por su parte su hermano Pepe Morata, amigo también de Diego Gómez lo homenajea con estas palabras:
«Ahora queda el recuerdo de su profunda y marcada personalidad de Poeta auténtico y puro, salido de lo más profundo del misterio insondable de la vida y la experiencia permanente, basada en el asombro por la vida y sus cosas bellas o determinantes, a veces, también duras y dolorosas , que el buscó con perseverancia a lo largo de su vida para cantarlas a través de su poesía.
Muchos recuerdos tengo de Él, dignos de resaltar y de poner con letras mayúsculas, pero hay uno que destaca en su personalidad y valor de Poeta auténtico y veraz, fue en aquel recitar que dio en el Teatro Trieta de Moratalla, hacia el año 2000 aún estando con gripe y 40º de fiebre, durante hora y media recitando sus poemas de memoria, sin papeles, haciendo retumbar el teatro con su profunda voz e inundando el espacio con su poesía y los versos más espléndidos de esta. Creo que Diego se merece el reconocimiento y el cariño de todos los amantes de la poesía.
Desde aquí mi sentido y profundo recuerdo de ese jinete que cabalgó como alazán desbocado y entusiasmo continuo, en búsqueda de la belleza escondida entre las gentes, los juncos, baladres y aguas cristalinas de los ríos y entre las torres, laberintos, veredas, barrancos, campos, flores, almendros, jilgueros y mares de olivos, de su querida y muy amada Moratalla. Que en la otra vida encuentre el sosiego y la belleza que le faltó encontrar en esta.
Descansa en Paz, Diego, en tu encuentro con la Eternidad. Tu amigo que siempre te recordará con cariño y admiración: Pepe Morata».