CAPITULO 1.- EL CLAN
Lucas Moura, un antiguo profesor de secundaria reconvertido en negro, espera, sentado en la terraza del remozado molino que les servirá de alojamiento, la llegada de un grupo de antiguos amigos, los que en el grupo de Whatsapp se han etiquetado como “El clan”. Cuando digo reconvertido en negro no hablo en sentido literal, no quiero dar a entender que ha encontrado acomodo en un “boy’s” donde procure a las novias casaderas su último placer en libertad.Para eso le falta pigmentación, musculatura y, lamentablemente, calibre en el fusil. Es negro de los otros, de los que no lo aparentan: escribe guiones a tanto la palabra, guiones paraprogramas de televisión que luego firman otros. Tiene cierta gracia y su obra se cotiza en el submundo del engaño literario. Su logro más celebrado, que le hizo subir temporalmente el caché, fue aquella frase de Jorge, el exsoldado, en la primera edición de Gran Hermano:“¡Dios! ¿Quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza?” Sigue escribiendo las chorradas que los hermanitos y las hermanitas tienen que decir en el confe, pero no ha vuelto a dar con un puntazo como aquel. Se atribuye la autoría de la consabida frase: ”Aquí dentro todo se magnifica”, pero hay otros negros que se la discuten.
Se ha instalado en una tumbona junto a la piscina, a la sombra de un olivo milenario, acariciado por la suave brisa de principios del otoño murciano que invitaría a descabezar una somera siesta, pero no lo consigue: está algo inquieto, no para en la silla, cada dos por tres se levanta, se coloca el sombrero Panamá que su amigo Pablo mandó traer de Perú (no quiere que su calva sea lo primero que vean los amigos después de tantos años) y sale a comprobar si se aproxima algún automóvil por el camino.
La inquietud le viene dada por varias circunstancias que se entrelazan: la más comprensible quizás sea que entre los convocados que han confirmado su asistencia,se cuentas las tres mujeres con las que mantuvo una relación (en el sentido más amplio de la palabra) en aquellos lejanos años de universidad en Salamanca: la que él abandonó, la que lo abandonó a él y la que fue su esposa, le dio una hija y luego lo dejó tocado, sin entender por qué.
De la primera piensa huir como de un fantasma del pasado que apareciese en su alcoba reclamando no se sabe bien qué derechos de pernada. Esas son sus intenciones a priori, pero teme que la realidad sea bien distinta. Él nunca ha elegido y tampoco recuerda que haya sido capaz de decir no a ninguna mujer. Y menos ahora que, después de su nuevo divorcio, anda más que necesitado.
Con la segunda ha urdido en su imaginación un plan sin más fundamento que los delirios que producen en su caletre de obseso a pan y agua los efluvios del semen retenido que, como bien se sabe “venenumest”. En plan encaminado a propiciar situaciones favorables para recuperar alguno de los muchos polvos perdidos, aunque su experiencia de ligón fracasado en los intentos le hace tener presente que polvo que no se echa, polvo que no se recupera.
Con la última está en paz, sanadas las heridas del divorcio y sin contenciosos económicos que los pudieran enfrentar, su relación es casi amistosa. Pero,como es de general conocimiento, nada ni nadie es perfecto y, para que esta relación de viejos conocidos no lo tenga fácil, Petra viene acompañada de su pareja actual, Rodrigo Sobrino, un viejo lobo de mar, con fama de tocapelotas, con el que no quisiera tener ningún enfrentamiento personal. Le preocupa la habilidad, sobre la que ya viene advertido, del argonauta para meter el dedo allí donde más jode. Es por eso que se ha estado mentalizando y se ha echado una caja de Lexatín® 1,5 tan solo por si acaso.
Aun siendo estos motivos suficientes para hacer perder el sueño a un hombre cancanoso, no son sin embargo lo que más incomodidad le produce. La causa principal de su desasosiego habita su interior como un octavo pasajero, no dentro de su espíritu, que duda si lo tiene o no lo tiene, sino en su bajo vientre, paseando libremente por el colon, donde ha acumulado, a consecuencia de la dieta de verduras que ha seguido durante los últimos siete días, un depósito de malolientes flatulencias que ha bombardeado con Aerored Plus® sin mucho éxito, una bolsa de gas metano que se esfuerza en hacer salir ahora que está solo, al aire libre, gozando de la placidez del jardinillo que se extiende ante el molino, pero por más que pedorrea sin cesar, en un continuo redoble de emergencia, este meteorismo flatulento parece inagotable.
(continuará)